La mujer cumple desde los roles asignados socio-culturalmente un papel importante en la valoración de los problemas de salud en su grupo familiar, canaliza cuidados y demandas. Constituyen el grupo mayoritario en nuestras consultas, como pacientes, cuidadoras o acompañantes. Consultan, a menudo se quejan, sufren e hiperfrecuentan.
Si nos centramos en la edad de la madurez, es frecuente que las mujeres entre 45 y 65 años presenten hiperfrecuentación en consultas; acuden con malestares y quejas inespecíficas, sin concretar, demandas indirectas, enmascaradas, saltando de una queja a otra…, a nuestro juicio se preocupan excesivamente por síntomas irrelevantes… Demandan a veces que se les realicen más pruebas y exploraciones, diríase que nos piden que “las tomemos en serio” o nos reprochan que no lo hagamos; a menudo los/as profesionales sentimos que es difícil satisfacer sus demandas, y con facilidad se convierten para los/as profesionales en “pacientes problema”, “pesadas” “neuróticas” u otros calificativos peyorativos, que son muestras del desencuentro.