Mayores

Desde que me jubilé todo ha cambiado. Parece que si eres viejo ya no vales. No quiero que decidan por mí. Adoro a mis nietos pero… Si no fuera por mi mujer… En casa me siento un estorbo. De cuidar no te jubilas nunca. No paro de hacer cosas. Parece que tenemos que matar el tiempo. Ahora ya todo son achaques… ¿Y la soledad?

¿Es lo que toca?

¿Qué es ser viejo/a, ser mayor, ser anciano/a?… Muchas veces se asocia vejez con enfermedad e inutilidad, y a la vez se exige actividad y ocupación en exceso. ¿Cómo afecta esta contradicción a esta etapa vital? No se trata de que ahora no se pueda hacer nada, sino de saber que nunca se pudo hacer todo.

El Programa ProCC “La vejez en nuestro tiempo. Alternativas para un buen envejecer” brinda elementos de análisis que contribuyen a una lectura crítica de algunas de las causas del malestar cotidiano asociado a las contradicciones que se presentan en el envejecer, desnaturalizándolas y favoreciendo la búsqueda de alternativas saludables.

Es necesario reflexionar sobre el concepto de envejecimiento activo en los y las mayores, asumir el reto de diferenciar las actividades para “pasar el tiempo” de aquellas que tienen que ver con poder vivir activamente el tiempo. Nos guían en esta reflexión los principios de dignidad, autonomía y derecho a construir un proyecto vital en todas las etapas de nuestra vida.

Cuidar no es darlo todo, es más bien dar lo que el otro necesita teniendo en cuenta también las propias necesidades. Sin embargo, en una sociedad que cada vez es más individualista y en la que prima la productividad, el trabajo de cuidados sigue siendo sostenido mayoritariamente de manera invisible. Queda depositado en las espaldas individuales de cada familia y es especialmente asumido por mujeres.

Se cuida desde la abnegación y el sacrificio como forma de ser reconocidas y por el mandato social asignado, y esto produce un “plus” de sobrecarga, desgaste y malestares a los propios del hecho de cuidar. Cuesta poner límites, cuesta delegar, cuesta no hacer de más, cuesta darle un lugar a las necesidades propias sin el sentimiento de culpa como consejero, y cuesta expresar y elaborar las emociones intensas y contradictorias que implican acompañar el deterioro o la incapacidad de un ser querido.

Es necesario tener criterios, herramientas y, sobre todo, un espacio para trabajar todo esto y favorecer vínculos más saludables que fomenten el mayor grado de autonomía posible, tanto de la persona que cuida como de la persona en situación de dependencia.

¿Te interesa una intervención de este tipo o con este grupo de población? Cuéntanos y lo pensamos contigo.

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