Históricamente los hombres entran menos en la consulta del médico y, muchas veces, lo hacen demasiado tarde. “Yo estoy bien”, “a mí no me pasa nada”, “ya veré en las vacaciones”, “mientras que mi cuerpo aguante”, vive con la obligación de dar la talla y no mostrar ninguna vulnerabilidad.
Profesionales de los Centros de Salud empiezan a detectar mayor presencia de los mismos con distintos síntomas y emergentes: angustia, insomnio, irritabilidad, ansiedad, depresión, adicciones, intentos de suicidio, impotencia sexual, etc. Todos expresan una misma preocupación al hablar con los médicos: situación de desempleo o precariedad laboral y temor ante la pérdida del trabajo ¿Cómo se constituye la subjetividad masculina para que el desempleo genere estos emergentes?
Desde la Metodología ProCC, entendemos que el proceso de construcción de la subjetividad es histórico-social y, por ende, la manera en la que nos construimos está ampliamente atravesada y determinada por la formación social que habitamos y nos habita.
El sistema social en el que vivimos construye un rol para el hombre como “trabajador eficaz”, de proveedor de la familia y, desde allí, será mejor padre y hombre cuanto más y mejor sea lo que lleve a casa. Esta asignación implica, a su vez, otras fracturas, como la de poder conectarse con sus sentimientos y expresarlos, desarrollar una sexualidad saludable, habilitar la capacidad de cuidar y cuidarse, construir un contacto enriquecedor con la pareja y con los hijos.
Desde estas condiciones, el tema del desempleo no es que cuestione una de las facetas de la identidad del hombre, si no que afecta profunda y dolorosamente su identidad y su valor y lo deja roto, perdido y expresando su problemática de maneras variadas.