Imaginemos esta escena en una plaza: varios niños corriendo y trepándose a los juegos, algunos relacionándose, otros “inter-reaccionando” entre ellos corriendo sin ton ni son, chocando entre sí, con poca capacidad de ver al otro, y un niño sentado en un banco al lado de su madre, mirando a los niños jugar.
En su mirada se reflejan las ganas de salir y sumarse a la selva enmarañada en la que se convierten la “trepadora y el tobogán”, pero en algún punto, también el sentirse inhibido de hacerlo.“Es un poco tímido”, explica la madre a quienes se acercan infructuosamente para invitarlo a participar. Y también puede pensar “¿tendrá un problema de autoestima?”, “No sé cómo ayudarlo”.